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Donde me estaba esperando a mi mismo

Hoy he conocido a mi corazón.

Largo tiempo nos buscamos, sabiendo que estábamos en algún lugar, esperándonos inutilmente…

Siguiendo a Cortázar, en el capítulo 84 de Rayuela escribe:

Imagino al hombre como una ameba que tira seudópodos para alcanzar y envolver su alimento. Hay seudópodos largos y cortos, movimientos, rodeos. Un día esos se fija (lo que llama la madurez, el hombre hecho y derecho). Por un lado alcanza lejos, por otro no una lámpara a dos pasos. Y ya no hay nada que hacer, como dicen los reos, uno es favorito de esto o de aquello. En esa forma el tipo va viviendo bastante convencido de que no se le escapa nada interesante, hasta que un instantáneo corrimiento a un costado le muestra por un segundo, sin por desgracia darle tiempo a saber qué,

le muestra su parcelado ser, sus seudópodos irregulares,
la sospecha de que más allá, donde ahora ve el aire limpio,
o en esta indecisión, en la encrucijada de la opción,
yo mismo, en el resto de la realidad que ignoro
me estoy esperando inútilmente.

Atención: «en el resto de la realidad que ignoro me estoy esperando inútilmente«.

Dios me permita no perder nunca la capacidad de sorpresa por encontrarme en lo desconocido. Pocas cosas hay más fantásticas que encontrarte a ti mismo en lo que no conocías. De repente te reconoces y dices «Ahí estoy, ese soy yo ¿Desde cuando estaba yo ahí?» Es estupendo encontrarse y abrazarse a uno mismo, porque al reconocerte te conoces en realidad.

Me he encontrado en Grecia. Me he visto de la misma forma que me había visto en las películas de Angelopoulos, en la forma en que yo me imaginaba la Acrópolis, en Palas Atenea y en el omnimodo Zeus. En el mestizaje balcánico. En las puertas de Asia…

Me he dejado besar por las imágenes del Egeo al atarceder, por los cafés de Atenas, por las barcas amarradas en el puerto, por Nausicaa avanzando por la playa en busca de Ulises desfallecido… y he sabido que siempre había querido estar en ese lugar, que en realidad llevaba miles de años viendo ese atardecer, esas barcas, desde una roca. Así lo he visto hoy.

La vid y el olivo. Los pinos y las rocas. El omnipresente Poseidon. Afrodita tomaba esta noche mojitos en una discoteca frente al mar.

Los fonemas me son familiares. Oigo el idioma y me suena extraordinariamente familiar. Me reconozco en las palabras que oigo. Ayer por la tarde escuché a Sócrates debatir en la Academia. Lo escuché y lo entendí. Y esta mañana he reconocido a Lord Byron paseando por la plaza Syntagma.

Me he dejado acariciar por el paisaje. Ese paisaje conocido desde siempre…..

Hoy he sabido que la vida me brinda una segunda oportunidad. Inesperada, pero valiosa.

Blog de Pere Rodriguez