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Serrat o el concierto imposible

El 6 de Enero, los Reyes Magos del 2022 nos dejaron bajo el árbol un regalo que se iba a hacer de esperar para ser disfrutado.
Nos dejaron dos entradas para el concierto que, 12 meses después, daría Joan Manuel Serrat en el Palau Sant Jordi para despedirse de su público y de los escenarios.

Y tan previsible como que no nos iba a tocar la lotería, el 22 de diciembre llegó y con él la esperada cita con Serrat.

Yo nací en 1976, cuando Serrat ya hacía años que daba patadas a los escenarios y a los comités de Eurovisión, pero gracias a él me introduje a Miguel Hernández y a Antonio Machado. Y a la sangrienta y dolorosa historia recuperada de los perdedores que se alzaba con fuerza con nuestra también recuperada democracia.
Gracias a Serrat, con sus notas y sus palabras, identifiqué el Mediterráneo como mi patria.
Gracias a Serrat supe poner en palabras sentimientos y sensaciones; percepciones y visiones del mundo; aspiraciones y deseos que, más mucho que poco, supe compartidos con buena parte de mis contemporáneos.
Gracias a Serrat hice mía la Cataluña incluyente, diversa, mestiza y desacomplejada que aspiraba ha convertir lo propio en universal y para la que la lengua era un instrumento de acuerdo y proyección y no de tensión y división.
Gracias a Serrat amé en Lucía o Penélope a las mujeres más maravillosas del mundo.
Gracias a Serrat sentí el punzante dolor del paso del tiempo en las pequeñas cosas.
Gracias a Serrat mi vida, como la de tantos miles, ha sido mejor.

Por eso ayer se mezclaba la pena de saber que estaba viviendo un momento que no se repetirá con la alegría y el orgullo de estarlo viviendo.

Pero el de ayer fue un concierto imposible. Duró dos buenas horas en las que Serrat repasó su repertorio más conocido y su repertorio más sentido. Pero quedaron muchas por cantar.
Era un concierto imposible porque para recoger en un solo concierto todas aquellas canciones inolvidables que nos deja hubiesen hecho falta dos días enteros de concierto, y no sólo dos horas.
Quedó por cantar El drapaire. No se cantó Pendiente de ti, ni Utopía, ni La mujer que yo quiero, ni Esos locos bajitos, ni tantas y tantas otras…

Y salimos del Sant Jordi con la sensación de incredulidad de que no podía ser. De que no había concierto posible en el que estuviesen todas. De que tendríamos que conformarnos con lo bueno vivido en esas 2 horas para recordar el último concierto de Serrat. ¿Acaso no es eso la vida?

Gràcies, mestre.
Sempre al cor i al record.